El Lago de Maito es fruto de un sueño, el de mi padre. Hace dos décadas, lo que ahora es un vergel con un lago de ocho hectáreas y un campo de golf de 18 hoyos, era un terreno de labranza cercano a Valladolid.

Dicen que la mano del hombre es la herramienta más poderosa del universo. Y Tomás Sanz, Maito para los que le conocían, lo demostró. Transformó un paisaje impersonal en un oasis paradisíaco para el deleite de sus familiares y amigos.

Hoy quiero mantener su legado y compartir su sueño. Estoy convencido de que la magia de los espacios exclusivos se alimenta de las personas. Por eso abrimos las puertas del Lago de Maito, pero solo para ocasiones realmente especiales.